Pienso en aquel momento
que te miraba atenta
y parecías despierta
Oscar de la Borbolla, Los sótanos de Babel
I
Somos la ventana rota por la mano del ladrón
el sexo descosido en las calles afiladas,
la punta del triangulo, suspendidos por azares
suspendidos por los otros, suspendidos, corridos
de la sacra institución.
Somos el codo que camina entre semáforos
las piernas rápidas de miedo
y el camión que pasa silbando es muss sein
a tu lado, a tu oído desafinado de mundo.
Somos el silencio del ataúd cerrado
del claustro donde descansan los santos huesos
san-huesos, sabuesos hambrientos de cuerpos
de dinero en sus manos azules
y la sorjuana verde que guiña el ojo a cualquiera.
Somos tu nostalgia de pies quemados
de edificios que esconden el sexo antiguo,
donde te ocultabas con sus labios, con sus senos
y se-nos olvidó el condón en el carro
y se-nos olvidó que venía el odiado
en nueve esperas.
Somos tu nombre y el de la tierra
el odio que advierte su redención.
Somos el amor y la muerte quieta.
II
Tus pechos se guardan en las esquinas quemadas
por la espera,
lento madrugar tras tus pasos
soy el perseguidor, el violador de tu presencia
a donde vayas
a donde tus senos apunten como dos flechas
firmes señalando un roble erguido.
Soy tu sombra en la ciudad
tu escape del mundo de tacones altos,
el mundo que ahorcas en cada hombre
en cada pene lleno de tu lengua,
y te espero a un brazo de distancia
con los ojos en mi mano
robando el fluir de tu saludo
tu presencia de orgasmos
tu vida de caminar a solas esperando
metal, humo, tacto, sabor
y yo que sólo te ofrezco la muerte.
III
Cuando dios no es más que una momia
escondida tras vitrinas en Guanajuato
la risa no llega a mi
¿cómo murió el juglar del mundo
empolvado con alquímicos maleficios?
¿cómo exhibir la tortuosa postura
del omnipotente que, finalmente,
si lo fue?
Es una falacia la omnipotencia,
dios no puede morir y ser exhibido
tras vitrinas en Guanajuato
ya que él, débil ser inmaterial,
no tiene el poder humano
de la muerte.
que te miraba atenta
y parecías despierta
Oscar de la Borbolla, Los sótanos de Babel
I
Somos la ventana rota por la mano del ladrón
el sexo descosido en las calles afiladas,
la punta del triangulo, suspendidos por azares
suspendidos por los otros, suspendidos, corridos
de la sacra institución.
Somos el codo que camina entre semáforos
las piernas rápidas de miedo
y el camión que pasa silbando es muss sein
a tu lado, a tu oído desafinado de mundo.
Somos el silencio del ataúd cerrado
del claustro donde descansan los santos huesos
san-huesos, sabuesos hambrientos de cuerpos
de dinero en sus manos azules
y la sorjuana verde que guiña el ojo a cualquiera.
Somos tu nostalgia de pies quemados
de edificios que esconden el sexo antiguo,
donde te ocultabas con sus labios, con sus senos
y se-nos olvidó el condón en el carro
y se-nos olvidó que venía el odiado
en nueve esperas.
Somos tu nombre y el de la tierra
el odio que advierte su redención.
Somos el amor y la muerte quieta.
II
Tus pechos se guardan en las esquinas quemadas
por la espera,
lento madrugar tras tus pasos
soy el perseguidor, el violador de tu presencia
a donde vayas
a donde tus senos apunten como dos flechas
firmes señalando un roble erguido.
Soy tu sombra en la ciudad
tu escape del mundo de tacones altos,
el mundo que ahorcas en cada hombre
en cada pene lleno de tu lengua,
y te espero a un brazo de distancia
con los ojos en mi mano
robando el fluir de tu saludo
tu presencia de orgasmos
tu vida de caminar a solas esperando
metal, humo, tacto, sabor
y yo que sólo te ofrezco la muerte.
III
Cuando dios no es más que una momia
escondida tras vitrinas en Guanajuato
la risa no llega a mi
¿cómo murió el juglar del mundo
empolvado con alquímicos maleficios?
¿cómo exhibir la tortuosa postura
del omnipotente que, finalmente,
si lo fue?
Es una falacia la omnipotencia,
dios no puede morir y ser exhibido
tras vitrinas en Guanajuato
ya que él, débil ser inmaterial,
no tiene el poder humano
de la muerte.