lunes, marzo 07, 2005

De la ciudad y otros demonios

I

Camino porque me pierdo en las entrañas
en el silencio dormido de las bestias de silicio
plástico
metal carcomido por polillas invisibles
que volaron de nuestras manos
y perdieron el paraíso de la calma
tornándose uno en el ojo del cíclope
atento,
guardián cristalizado de las nubes
y ellos que besan sus pies en la sombra,
nunca llegaron soñolientas las mejillas,
las miradas bajas que rehuyen miradas
los cuerpos que se niegan
y los labios siempre cocidos con alambre,
beso de espera perpetua
noches ácidas, pardas,
afiladas en las banquetas
en la esquina de luciérnagas doradas
tacones altos
para los que ven tras lentes oscuros.

La sonrisa nos sonríe por ser sonrisa,
nos tragamos el pavimento y la línea amarilla
escondida, pegada a la uña del dragón paralítico
fauces que se abren y nos tragan por tragarnos
por tragar lo ajeno y lo nuestro
por negar nuestra antropofagia de la palabra
del deseo
y el amor nunca completo, sin sangre,
ritual corrompido, deshecho
vuelto pedazos
cristal afilado donde Edipo mira sin ojos
para no cambiar de nomenclatura;
Narciso espera en el borde inexistente de la laguna.

II

¿Eres tú de noche la de falda invisible
y los ojos todos en tus nalgas?
Camino para perderme en tus entrañas
en ellos que son mano-ojos
ojos-pene pene-manos
y las serpientes son cabellos del lugar común,
voltean su mano, piedra,
su pene, piedra,
sus ojos, cartón,
la ciudad es un bestiario de metal.

Alguien nos mira los pasos en lo alto
para que nuestras manos se aprieten
se inventen en el ajeno
y me dices que somos dicotomía
yo que soy espera húmeda
silencio de entrañas imaginándome
sobre tu cuerpo,
la mirada cala, calada al cigarro transparente,
a la huida continua para terminar serpenteando
cuando reptas en escombros o en las manos
de dioses disecados.

III

“¿Puedes verla? ¿Puedes verla?
Escupiendo lagrimas la mujer sentada
¿Puedes verla?
Mi cabeza aletea
¿Puedes verla?
Sus ojos se vuelven rosas rojas
y el aro de la cabeza se ilumina,
a lo lejos una mujer se levanta la blusa,
mi ser escupe, se excita, camina lejos
de la virgen que llora.”

IV

Quitad al ángel de la puerta
Con su espada flamígera
La tierra será el paraíso
Raúl Hernández Novás, Sobre el nido del Cuco

Asesinemos al ángel de frente impertérrita
¡Nos pertenece, nos pertenece!
gritaban las murallas de sus dientes
sus dedos todos afilados
amarillos por la bilis,
que deje su espada en el umbral,
que no espere los pasos apresurados
que huya lento
sin que dios se entere, sin que nosotros nos enteremos,
que abandone a su esposa, a su amante y a su favorita
la de tacones roídos,
la que esperaba de noche con la espada desenvainada
iluminando las esquinas
las membranas de semen que se tejían
u-n-a a u-n-a,
que pierda el paraíso y regrese al instinto,
mientras nosotros mezclamos el deseo y la razón
para poseernos ruidosos.

V

Existe la perfección
la perfección desequilibrada de los números
del cinco grabado en tus ojos con cincel
para que recuerdes las cornadas de tu cuerpo,
tu escape en pechos ajenos,
en voces diluidas en alcohol
y nos dejamos mareados
sordos
ciegos
en el mundo que calla en la calle,
pero no quieres caminar, te sumerges
y nadas, aleteas de dolor
mientras alguien finge no mirarnos
para poder mirarnos,
los ojos quietos de cinco veces,
fijos y pareces cartón sin pisadas
sin la nariz quebrada, sin besar sombras
o pasos que se anidan en los edificios,
pero terminas por besarlos
besas las sombras de los ya muertos y los
ya vivos
los pasos de la tierra y de la mujer frígida
que camina por placer,
por negarse a los ojos de los edificios
y fingir que no lo es, que no besas las sombras
o que no es un cíclope de cristal el que nos
mmmiiraa
detrás del poste, atacando con su handycam
para poseerte, seis, para poseerte y tragarte
antropofagia de la imagen
mas tus ojos quietos ya no quieren cambiar de número
y nos dejamos allí, sin palabras
con la mirada de cenizas donde una cruz
aparece l-e-n-t-a-m-e-n-t-e.