lunes, marzo 07, 2005

El cuerpo del fruto

I

Vuelvo al lugar común,
al instante en que se negó el paraíso
para sentir los pies sin cordones o cadenas,
al presente en que el alma pasó a ser concepto
encerrado en cavernas de mármol
en los ojos del que mira lento o camina
excitado por la mercadotecnia religiosa
de la cruz neón,
y no veo los caminos trazados por los primigenios,
no encuentro la manzana podrida y la cáscara
olvidada de las serpientes
del hombre en duda que repta.

II

Cuando la ausencia mira por la ventana encuentra ojos
cuerpos, sexos que desean su presencia
mas está allí, ausente con los ojos cristalizados
y las manos hechas vapor en el llanto.
Y la miramos cuando triste se aleja
cuando la ausencia se ausenta y se vuelve presente
por ausente.

III

Le temías al árbol, a sus raíces y al fruto que se inclinaba
sobre el lecho de la tierra
pero intentaste negarlo, pusiste una cerca a su presencia
y creías que por llenarte de barro los ojos y las manos
desaparecería en la noche inventada.
Te percataste del error y te volviste artista
te recreaste con tus manos y diste voluntad,
la tuya
cuando tu obra caminó, se reconoció
y sentiste que no moriría
pero temiste al árbol, no lo entendiste
y te justificaste en la serpiente, en la palabra nueva,
te retiraste triste cuando el ángel intentó
quemarte la túnica blanca, el silencio blanco que guardabas,
imagen gris te desvanecías
mas nunca temiste que encontráramos tus dientes
las marcas en la corteza roja
de la primera fruta escondida bajo el árbol,
apenas probada y la culpa entera
igualada a nuestro placer al acabarnos la segunda.

IV

Cuantificamos las palabras, los besos
el sexo
para definirnos occidentales, hijos del sol muriente.
Despertamos a oscuras por temor a la muerte
dejando caer el cántaro gris sobre la alfombra
de pies y ruidos formada.
Abrimos los ojos al gigante que mira,
no portamos lanzas ni estandartes,
nos escondemos bajo la piel sangrienta del cordero
negando haberlo desollado anoche
anoche cuando cerrabas los ojos para no mirarme
virgen prófuga del mármol
metamorfosis de palomas en falos humanos
y salimos a tientas del silencio
con el temor de ser masticados por el ciego,
dientes de metal que respetan la sangre ácida
en el umbral siempre
como ojo negro que ahuyenta las pestes, la furia
del exiliado de la conciencia,
del escondido bajo torres y pilares,
el negado por el mundo y la natura
encerrado en diccionarios nuevos, escolares.